martes, 29 de mayo de 2012

De color verde

Muchos de vosotros sabéis la devoción que le tengo al color azul del mar, la arena, el agua, la brisa... es mi rincón favorito, el lugar predilecto para todos mis pasatiempos, pensamientos y sentimientos. Pero ayer cambié de color y pinté mi día de color verde.

Hacía cuatro años de la última vez que hice ese mismo camino, ayer no hacía tanta calor como aquel día de Agosto, los caminos empinados estaban igual, pero el paisaje y la fragancia de la primavera hacía del trayecto un lugar encantador.

Por el camino pude recordar como años atrás subíamos con mi padre y mis amigos aquella misma montaña, el esfuerzo que suponía llegar arriba y todos los cánticos que nos inventábamos para hacer el viaje más ameno. El motor que nos empujaba hacía la cima era la recompensa de la bajada, mi padre cambiaba la ruta y nos adentraba por caminos intransitables entre las hojas, piedras y bichos, el resultado era unos niños sucios, desaliñados y llenos de moratones, pero con una sonrisa enorme en la cara.
Es bonito hacer cosas que te devuelvan a la infancia, ver como la perspectiva de muchas cosas que tenías en la mente están totalmente versionadas por tu imaginación y por el desgaste de los años.

Y mientras recordaba todo esto, seguíamos subiendo, dejando atrás las plazas e iglesias, pasando por los invernaderos de flores, los huertecitos, las grandes casas medio abandonadas que aún reflejan su anterior vida de felicidad... hasta que se acaba todo y sólo hay árboles, arbustos y plantas. Lagartos tomando el sol y todo tipo de insectos revoloteando por la flores intentando coger algo de polen.
En la sombra el aire te refresca, cruzas el puente de madera y entras al balcón.
El balcón que te demuestra lo pequeños e insignificantes que somos, a tus pies todo lo que has dejado atrás y allí arriba tú libertad.



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